martes, 27 de junio de 2006

CRÓNICA DE UN PROTOCOLO ANUNCIADO

Carlos Anxo Portomeñe, Secretario Xeral PCG
www.pce.es / 27 feb 06

Quienes han puesto cara de sorpresa ante la noticia de la firma de un protocolo de relaciones entre Iniciativa per Catalunya y la Confederación Los Verdes, para candidaturas electorales conjuntas en el territorio español, o no se enteran o forman parte del engaño. La convulsión causada por el anuncio en el seno de Izquierda Unida es lógica y justificada por varias razones: en primer lugar, irrumpe intrusamente en un espacio electoral ya reducido de por sí; en segundo lugar, la fuerza catalana que firma este protocolo forma grupo parlamentario y posee un acuerdo firmado con IU que convierte la maniobra en una acto de deslealtad; por último, lo que aparenta ser una decisión hostil hacia Izquierda Unida tiene su génesis, paradójicamente, en su propio seno, pese a ser la fuerza política directamente afectada por la creación de una amalgama que compite en su mismo espacio. En apariencia, la irrupción de esta nueva fuerza política ha producido preocupación en el núcleo dirigente que se agrupa en torno al coordinador general, sin embargo, el acuerdo ICV-Verdes nace en IU, se alimenta en IU y responde a una estrategia diseñada y pactada por el mencionado núcleo dirigente de IU, al que sólo resta plantear -lo harán en un futuro próximo- la necesidad de confluencia y alianza para no competir electoralmente (alegando incluso motivos económicos). Es preciso enumerar algunas pruebas para comprobar la hipótesis.

Un momento clave para el futuro desarrollo de los acontecimientos en IU lo constituyen las elecciones autonómicas catalanas de 1999, donde los modestos resultados electorales no dejan lugar a equívocos: ICV consigue 119.000 votos, frente a los 75.000 de EUiA. Sin embargo, es preciso señalar y destacar las condiciones en que se producen estos resultados. EUiA muestra una debilidad interna y externa claramente perceptible: falta de medios, carencia de visualización del proyecto por la confusión de siglas y un claro vacío informativo generado por los medios de comunicación. La situación ventajosa de partida de ICV, con más medios y más apoyos, no se traduce en la práctica electoral: de los resultados puede deducirse que su proyecto, supuestamente innovador pero claramente oportunista, inició en aquellos momentos una indudable tendencia a la baja que cuestionaba la validez de sus planteamientos y el apoyo de la ciudadanía a una operación que se llevó por delante al otrora potente PSUC.

Pese a todo, los resultados electorales de las dos formaciones clarificaron la necesidad de dar una respuesta conjunta a las demandas de la izquierda catalana, que se traduciría posteriormente en un acuerdo electoral, con un proceso previo de referéndum en las dos organizaciones.

El Comité Federal del Partido Comunista de España, compartiendo las propuestas del PSUC Viu, había manifestado la voluntad y necesidad de acuerdo, pero se declaró contrario al pacto en los términos planteados por las direcciones de ICV y EUiA. El PSUC Viu hizo campaña por el NO en el referéndum interno, argumentado la necesidad de “ir mucho más allá de una simple coalición electoral” y que la alianza a debate favorecía la “consolidación de ICV como único referente a la izquierda del PSC, [...] haciendo de EUiA una organización no sólo desigual, sino subordinada”. El acuerdo electoral para las elecciones locales, generales y al Parlamento de Cataluña, contemplaba en su apartado número 3, dedicado a la denominación de la coalición, la eliminación de la palabra “Unida”, dando como resultado Iniciativa per Catalunya Verds- Esquerra Alternativa. Además, se incluía la reducción del tamaño del logotipo de EuiA en los materiales electorales, en clara desventaja con los anagramas de Iniciativa y Verds. También el artículo 13 del acuerdo, dejaba para una decisión posterior a los comicios la elección del grupo parlamentario en que se integrarían los diputados elegidos en las elecciones generales, reconociendo únicamente una especial relación de colaboración con el Grupo parlamentario de IU. El propio presidente de ICV manifestaba en una carta que el acuerdo era tan positivo para su fuerza política, que de ser él mismo afiliado de EUiA, no lo firmaría.

El referéndum fue convocado para el 6 de julio de 2002. Sin embargo, la Permanente federal de IU se adelantaba en un mes al resultado, con un comunicado de prensa del gabinete de comunicación que decía textualmente: “Izquierda Unida federal comparte y respalda el acuerdo de coalición alcanzado en Cataluña entre Esquerra Unida i Alternativa e Iniciativa per Catalunya”. El resultado final del referéndum en EUiA fue muy ajustado en favor del sí, dividiendo a la organización en dos mitades.

El posterior resultado electoral de la coalición en Cataluña fue valorado como muy positivo por la Permanente federal de IU. A partir de entonces se convirtió en repetitiva una lectura interesada, que vino a considerar el éxito electoral de la coalición como un éxito particular de ICV. En realidad, de nueve diputados sólo uno correspondía a EuiA, quedando el referente “rojo” de IU excluido del Parlamento catalán.

Todavía restaban por llegar las elecciones generales y las europeas, celebradas en 2004 con una diferencia de sólo tres meses entre ambos comicios. A la postre, los desastrosos (permítase el calificativo, polémico en IU para este uso) resultados electorales de las elecciones generales del 14 de marzo de 2004, impidieron a IU contar con grupo propio, siendo decisivo el pacto catalán en la configuración del grupo parlamentario de IU. Era el momento perfecto para introducir, por la puerta de atrás, la denominación “Izquierda Verde” como escenificación de la negociación claudicante de una fuerza, IU, que tenía una proporción favorable de votos de 8 a 1, respecto a una coalición que también incluía en su seno al referente de IU en Cataluña. El PSUC Viu mostraría su disconformidad con el acuerdo post-electoral por considerar que ICV se erigía antidemocráticamente “en intérprete absoluto de la voluntad de los votantes de la coalición”, además de “exigir giros políticos y vetar a determinadas personas”. Los comunistas exigían, además, que el grupo recogiese la denominación “Izquierda Unida” al comienzo de la misma, que ICV renunciase “totalmente a cualquier tipo de ingerencia en las políticas y decisiones internas de IU” y que no se mezclase el debate sobre la constitución del grupo parlamentario con el de las elecciones europeas próximas a su celebración tres meses después.

La escenificación de dos parlamentarios, Gaspar Llamazares y Joan Herrera, interviniendo conjuntamente en el debate de investidura, rozó la parodia de un grupo parlamentario. Si no bastaba con vender duros, no a cuatro, sino a dos pesetas, llegó la hora de confeccionar las listas europeas con el segundo puesto concedido de antemano. La pretensión inicial de situar a un independiente encabezando la candidatura fracasó, debido al anuncio precipitado en los medios de comunicación sin autorización del interesado. En cuanto al número dos, era sobradamente conocida y denunciada en los órganos de dirección la pretensión de ICV de incluir a su eurodiputado en un grupo diferente al de la Izquierda Unitaria Europea, donde participa IU. El mal resultado electoral, con la obtención de tan solo dos escaños, situó a un eurodiputado verde en Bruselas elegido con el voto de numerosos militantes del PCE que condena en el Parlamento Europeo, por ejemplo, la “política de represión” en Cuba, calificando de “esperanzadora” la supuesta aparición de grupos disidentes “bajo el techo de las iglesias o en centros educacionales y sociales”. La clarividente aportación que el PSUC Viu propuso para el debate de la VIII Asamblea federal ya decía textualmente: “Al PSUC-Viu se nos obligó a aceptar un pacto contra natura. Y hemos sido testigos de cómo, igual que que había ocurrido en Catalunya, ahora a nivel de estado IU dejaba su espacio electoral a ICV, sin nada a cambio. Esto mismo volvería a ocurrir más adelante en las europeas”.

La trayectoria desleal de ICV, su apoyo a candidaturas diferentes a las de IU en aquellos territorios donde se presentaba la organización federal, su constante declaración de intenciones anunciando acuerdos con organizaciones verdes del Estado y, sobre todo, su apoyo a políticas contrarias a las propuestas programáticas tradicionales de la izquierda alternativa, siendo paradigmático el visto bueno al bombardeo de Yugoslavia, debieran bastar para frenar cualquier ofrecimiento incondicional por parte de la dirección federal de IU. Pero esto último es una premisa que sólo es aplicable en condiciones de desacierto; sólo si pensamos que una repetida actuación está basada en el error y no en la premeditación. La ingenuidad es preludio de males: una mayoría social considera un error de los gobernantes las contrarreformas laborales, el apoyo a las intervenciones militares o las privatizaciones de empresas públicas; no ven premeditación ni intereses, y por eso continúa votándoles.

Las distintas actuaciones han estado marcadas por la estrategia. Se ha llegado al absurdo en la VIII Asamblea federal de IU (sirva como ejemplo simbólico) de rechazar una enmienda que proponía la Internacional como himno de IU, para al día siguiente clausurar la Asamblea entonándola aquellos mismos que la despreciaban menos de 24 horas antes. Hasta entonces nadie había caído en la cuenta de que los estatutos de ICV contemplan el himno internacionalista como propio de la organización. Fue en la VIII Asamblea federal donde se propuso el cambio de denominación y se planteó el llamado “nuevo comienzo”; ninguna de las propuestas de cambio cuajó, pese a lo cual la dirección fue reelegida. Para ello hubo que recurrir a peripecias tales como el reparto de delegaciones, en el que por vez primera se contaban los votos obtenidos en las federaciones junto al número de afiliados/as, lo que unido a la participación de los coordinadores de federación en la elección del coordinador general merced a una norma aprobada el día anterior, consiguieron transmitir a la afiliación y a la ciudadanía la sensación de prisa por imponer aquello que no se inspiraba: respeto. Para dar continuidad al plan era necesario conseguir el poder, aún a costa del bochornoso espectáculo ofrecido en los medios de comunicación.

En el primer Consejo Político Federal celebrado tras la Asamblea, la constitución consensuada de la Presidencia dejó paso a la creación de una Permanente monocolor y continuista que presagiaba pocas esperanzas. A partir de entonces, las escasas reuniones de los órganos de dirección se han convertido en un continuo, rutinario y nada sincero llamamiento a la inclusión de otras sensibilidades en la dirección, junto a una constante y tacticista autocrítica que sólo busca cerrar las votaciones con pírricas mayorías. De hecho, en el Consejo Político federal y en la Presidencia se ha evitado en los últimos meses la discusión política, ciñéndose las decisiones políticas de IU a los acuerdos y votaciones del Grupo Parlamentario, siempre orientadas a la subordinación de la estrategia referida.

La clave de todo este proceso está, una vez más, en el estrangulamiento y la esclerotización del PCE, evitando en primer lugar la reconstitución en Cataluña del referente comunista estatal, e imposibilitando su implantación en tres frentes: el componente internacionalista, la alternativa al neoliberalismo y la herencia histórica en Cataluña, incluyendo la del auténtico pensamiento ecosocialista. Primero fue la ICV de Ribó; después han convergido en forma de auténtica pinza (esta vez sí), dos proyectos coincidentes históricamente en la necesidad de eliminar y hacer desaparecer de Cataluña, en beneficio propio, al referente comunista estatal: los restos de aquella Iniciativa per Catalunya y el Partido Comunista Catalán. Y lo hacen en un momento de recomposición del movimiento comunista internacional, coincidiendo también con el inicio del importante proceso de elaboración del manifiesto-programa del PCE. La adversión al PCE es una constante. Durante la campaña electoral de las elecciones autonómicas gallegas, en junio de 2005, ICV hizo público un comunicado de apoyo a las candidaturas del Bloque Nacionalista Galego (BNG) que, si bien resulta indignante por muchas razones, como el hecho de pedir públicamente el voto para una fuerza integrante de la Declaración de Barcelona junto a PNV y CiU, más lo es por la argumentación que esgrimieron los dirigentes de ICV, basada, sobre todo, en que la dirección y la candidata de Esquerda Unida- Izquierda Unida pertenecían al PCE y al “sector ortodoxo de IU”.

El documento de “estrategia política” aprobado por ICV en su Asamblea nacional celebrada tras las elecciones generales de 2004, señala que “es posible crear un espacio rojo-verde en el Estado a partir de IU y de las fuerzas verdes y de izquierdas existentes en los diferentes pueblos del Estado”. Lo mínimo que cabría esperar de quien tiene en mente un proyecto que supone cambios tan drásticos en el modelo organizativo y estratégico de IU, sería una claridad meridiana en su exposición; sin titubeos, sin temores, y sobre todo sin engaños. Es en el debate abierto donde se clarifican las posiciones y donde la base, el componente fundamental de IU, podría expresarse para una salida no sólo digna, sino a la ofensiva. Por contra, la persistencia de actitudes intrigantes sólo restan credibilidad a los contenidos y a quienes los enuncian. La ambigüedad del lenguaje que caracteriza los informes y resoluciones propuestos por la dirección de IU se enmarcan dentro de este sigilo calculado. En el fondo y en la forma, está presente el modelo que el núcleo dirigente de IU federal ha intentado aplicar en los últimos años, sosteniéndolo con una escasa mayoría de los órganos de dirección en unas ocasiones, mediante la parálisis orgánica en otras (entre la última Presidencia reunida en febrero y la anterior pasaron cinco meses), o por la vía de los hechos como casi siempre. El modelo es de sobra conocido: la denominación de “izquierda verde” para una fuerza que se convertiría en un partido clásico sin elaboración colectiva; la pretendida portavocía de los movimientos sociales que esconde la renuncia a opiniones en la vertiente sindical, la llamada “refundación” en la que juega un papel importante cualquier antiPCE del Estado o pactos electorales con alianzas en cada territorio con las “izquierdas periféricas”, en la puesta en práctica de un modelo confederal que ya se vislumbró en la gestión del debate sobre la reforma del Estatuto de Cataluña, son algunos de los rasgos identificativos. La trayectoria política del grupo parlamentario y del núcleo de dirección ha constituido una subordinación constante a este proyecto. Supone, en definitiva, el traslado a España, después de varios intentos fracasados, de lo que Massimo D’Alema llamaba a mediados de los noventa una “nueva izquierda” al margen de “la vieja izquierda estatalista, el liberalismo económico desbocado y el nacionalismo de derechas”.

Por supuesto, un análisis de los procesos electorales en los países europeos (electorales y no sociales, porque es el único referente verde), nos muestra un proyecto en franca decadencia en Europa, que no cuestiona las raíces del sistema capitalista, y que únicamente fue capaz de desplazar a la izquierda alternativa merced a acuerdos tácticos con la socialdemocracia. Acaba de hacerse efectiva la firma del protocolo entre ICV y la Confederación Los Verdes, al que no tardarán en sumarse los máximos dirigentes de IU, buscando la oportunidad para achacar todos los males al PCE, apoyados en los medios de comunicación.

Quizá unos años después, como sucedía a ICV antes del acuerdo con IU, llegará el momento en que el declive de lo que aún no ha nacido les obligue a abandonar el proyecto. Quizá entonces, el pago de los favores prestados les lleve a la “casa común”, en la que se ejercen portavocías en silencio, agradecidas, sin ruido. Es la profecía repetida.

Durante el golpe del coronel Casado en 1939, el PCE no quiso agravar el estado de cosas, a pesar de que ya tenía sospechas de la trama. Un alto mando señalaría: “El Partido Comunista no pensaba tomar ninguna iniciativa, iba a esperar el desarrollo de los acontecimientos, ya que no quería ser responsable de cualquier acción que terminara de derrumbar al tambaleante Frente Popular”. El resultado es de sobra conocido. Por eso es tiempo de tomar la iniciativa.

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