Carlos Portomeñe
Hace quince años establecimos en Santiago de Compostela una delegación de la Fundación de Investigaciones Marxistas. Como a la vida siempre le gusta hacer guiños, en el local vecino se estableció una de esas consultoras de brokers con nombre rimbombante en inglés. Como paradoja, entre las dos puertas compartían pared dos letreros: por un lado el de la FIM con el retrato de Carlos Marx, autor de El Capital; por el otro, el rótulo de aquellos representantes genuinos del capital financiero en un momento álgido del boom bursátil. Nuestras puertas siempre estaban abiertas (mi casa no tendrá llaves, canta Marcos Ana). Sus puertas no, sus puertas estaban reservadas a tipejos engominados de traje y corbata o mujeres de tacón alto y maquillaje excesivo que no respondían a los buenos días y que contemplaban atónitos, con gesto de náusea, la tribu variada de trabajadores y estudiantes con "look informal y desaliñado" que llenábamos el local contiguo.
Un buen día su letrero desapareció y la puerta echó el cerrojo con contrato indefinido. La consultora resultó ser una franquicia y el jefe de jefes, con domicilio en Zaragoza, decidió costearse una vacaciones en algún paraíso fiscal llevándose el dinero de la empresa. Como resultado, varios brokers en la calle y un superbroker en busca y captura.
Aunque en otro local mayor, los comunistas gallegos seguimos actualmente en la brecha, y aún conservamos el letrero de la FIM. El pensamiento de Marx ha recobrado actualidad y los acontecimientos le dan la razón a cada segundo.
Una empresaria viguesa, propietaria de una empresa de "Brokers especializados" anunció días atrás que "dada la situación que están viviendo muchas personas y familias" varios papanoeles arrojarían desde las ventanas de su céntrico negocio "3.000 unidades de bollos de leche" con un "único y exclusivo propósito: que nadie se quede sin pan en estas fechas" y "demostrar que unidos se pueden poner en práctica sueños e ilusiones".
Este tipo de personajes, que escriben con faltas de ortografía pero dicen tener la bolita mágica de las inversiones para materializar el milagro del pan y los peces sobre el parquet bursátil, además de indecentes son irresponsables. Vivimos, o malvivimos, entre especuladores, carroñeros, delincuentes de cuello blanco y demás calaña, responsables directos de la situación actual que, no contentos con hundir las vidas de los trabajadores, además les humillan y menosprecian como "populacho vil y ruin" de los peores cuentos infantiles. Triunfadores como Díaz Ferrán, aquel que decía que "la mejor empresa pública es la privatizada" o que "hay que trabajar más y ganar menos". Españoles de pro como los nobles y empresarios que lavaban dinero a través de la red del chino Gao Ping. Al final, especialmente los más bocazas y ostentosos, terminan fugados en algún paraíso fiscal con el dinero robado o de inquilinos carcelarios, que es su destino natural.
Si Marx viviese sentenciaría que vivimos una etapa pre-revolucionaria. Las condiciones objetivas son cada vez más evidentes, y las condiciones subjetivas avanzan día a día. Por supuesto, los hechos descritos contribuyen a ello. Hay lumbreras, como esta empresaria con faltas de ortografía, que están echando gasolina al fuego.
Quién sabe. Quizá esta empresaria y algunos otros debieran buscar consultores sociales que les informasen de la realidad. Porque no sería extraño que "dada la situación que están viviendo muchas personas y familias" más temprano que tarde éstas decidan celebrar la navidad arrojando tres mil brokers por la ventana. O quizá no sea necesario y, como en 1929, los que decidan tirarse por la ventana sean ellos mismos. O quizá se conformen con degustar un bollo de leche mientras contemplan el cielo desde la ventana de su celda.
En resumidas cuentas, no está el horno para bollos.
Hace quince años establecimos en Santiago de Compostela una delegación de la Fundación de Investigaciones Marxistas. Como a la vida siempre le gusta hacer guiños, en el local vecino se estableció una de esas consultoras de brokers con nombre rimbombante en inglés. Como paradoja, entre las dos puertas compartían pared dos letreros: por un lado el de la FIM con el retrato de Carlos Marx, autor de El Capital; por el otro, el rótulo de aquellos representantes genuinos del capital financiero en un momento álgido del boom bursátil. Nuestras puertas siempre estaban abiertas (mi casa no tendrá llaves, canta Marcos Ana). Sus puertas no, sus puertas estaban reservadas a tipejos engominados de traje y corbata o mujeres de tacón alto y maquillaje excesivo que no respondían a los buenos días y que contemplaban atónitos, con gesto de náusea, la tribu variada de trabajadores y estudiantes con "look informal y desaliñado" que llenábamos el local contiguo.
Un buen día su letrero desapareció y la puerta echó el cerrojo con contrato indefinido. La consultora resultó ser una franquicia y el jefe de jefes, con domicilio en Zaragoza, decidió costearse una vacaciones en algún paraíso fiscal llevándose el dinero de la empresa. Como resultado, varios brokers en la calle y un superbroker en busca y captura.
Aunque en otro local mayor, los comunistas gallegos seguimos actualmente en la brecha, y aún conservamos el letrero de la FIM. El pensamiento de Marx ha recobrado actualidad y los acontecimientos le dan la razón a cada segundo.
Una empresaria viguesa, propietaria de una empresa de "Brokers especializados" anunció días atrás que "dada la situación que están viviendo muchas personas y familias" varios papanoeles arrojarían desde las ventanas de su céntrico negocio "3.000 unidades de bollos de leche" con un "único y exclusivo propósito: que nadie se quede sin pan en estas fechas" y "demostrar que unidos se pueden poner en práctica sueños e ilusiones".
Este tipo de personajes, que escriben con faltas de ortografía pero dicen tener la bolita mágica de las inversiones para materializar el milagro del pan y los peces sobre el parquet bursátil, además de indecentes son irresponsables. Vivimos, o malvivimos, entre especuladores, carroñeros, delincuentes de cuello blanco y demás calaña, responsables directos de la situación actual que, no contentos con hundir las vidas de los trabajadores, además les humillan y menosprecian como "populacho vil y ruin" de los peores cuentos infantiles. Triunfadores como Díaz Ferrán, aquel que decía que "la mejor empresa pública es la privatizada" o que "hay que trabajar más y ganar menos". Españoles de pro como los nobles y empresarios que lavaban dinero a través de la red del chino Gao Ping. Al final, especialmente los más bocazas y ostentosos, terminan fugados en algún paraíso fiscal con el dinero robado o de inquilinos carcelarios, que es su destino natural.
Si Marx viviese sentenciaría que vivimos una etapa pre-revolucionaria. Las condiciones objetivas son cada vez más evidentes, y las condiciones subjetivas avanzan día a día. Por supuesto, los hechos descritos contribuyen a ello. Hay lumbreras, como esta empresaria con faltas de ortografía, que están echando gasolina al fuego.
Quién sabe. Quizá esta empresaria y algunos otros debieran buscar consultores sociales que les informasen de la realidad. Porque no sería extraño que "dada la situación que están viviendo muchas personas y familias" más temprano que tarde éstas decidan celebrar la navidad arrojando tres mil brokers por la ventana. O quizá no sea necesario y, como en 1929, los que decidan tirarse por la ventana sean ellos mismos. O quizá se conformen con degustar un bollo de leche mientras contemplan el cielo desde la ventana de su celda.
En resumidas cuentas, no está el horno para bollos.
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